Antes de ir hemos pensado en qué consiste esta profesión y qué necesita.
Estas son algunas de las cosas que recordamos: fruta, dinero para devolver cambio a los clientes, pegatinas, peso-ordenador y bolsas.
Y cuando hacemos la visita dejamos de imaginar y abrimos bien los ojos: ¡ya podemos ver todo lo que pasa en una frutería!
Hay carteles con precios y con el nombre de la fruta u hortaliza.
¡Manzanas de todos los colores!
Nos enseñan un montón de verduras y hortalizas, de lo que hay que comer mucho según la pirámide de los alimentos y la OMS, como la fruta.
Espinacas, coliflor, brócoli, setas, calabacín, pepino, remolacha, pimiento, apio, aguacate y hasta jengibre, una raíz muy buena para calmar el estómago.
Estábamos dentro de la cámara frigorífica, pensábamos que íbamos a salir como Frozzen pero no, y eso que cantamos su canción.
En el almacén nos prepararon un almuerzo buenísimo, con un montón de fruta.
No quedó nada, no sabían que somos los monstruos de la fruta.
Subimos al camión que lleva la fruta a la frutería, se compra en un gran almacén.
A Yumara la costó un poco subir, es que es una súper-monstrua de la fruta.
Hay carretillas, una báscula para pesar la fruta (y a Martín!) entre un montón de cosas más.
Al marchar recordamos que no hemos visto la máquina de las pegatinas.
Se pesa, se clica a la tecla del producto y sale un ticket donde se puede leer cuánto ha pesado y qué precio tiene.
DESDE AQUÍ QUEREMOS DAR LAS GRACIAS A EVA Y A SUS COMPIS.
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